Detrás de un producto que consumimos, por simple y lúdico que parezca, puede esconderse una historia de intereses económicos y acciones políticas de gran magnitud. Para muchos empresarios, más que una forma de ganarse la vida, la venta de éste es simplemente una herramienta que les permite hacerse con grandes cantidades de dinero para, finalmente, obtener el poder necesario para la consecución de sus objetivos ideológico-políticos.
Y cuando los fines no poseen "buena imagen" se mantienen ocultos, pues ¿no somos nosotros los consumidores los que realmente hacemos que aquello sea posible o no? Y siendo así, ¿deberíamos tener el derecho a saber para qué se destina nuestro dinero, independientemente de que éste se entregue de forma indirecta como medio de cambio por un servicio o material? ¿O podríamos considerar que lo que cada uno hace con el dinero que gana pasa a la esfera privada? Pues analizando un poco más este tema, se me ocurre que ningún empleador nos pregunta cuando trabajamos por cuenta ajena en qué vamos a gastarnos el salario. Tal vez éste sea un aficionado taurino, por ejemplo, y nosotros empleemos una parte del dinero en organizar manifestaciones antitaurinas -¿Querría entonces contratarnos?
Tal vez haya que diferenciar los hechos relacionados con el destino que se da al dinero ganado, de los que ocurren en relación a la fabricación del producto: si existe explotación laboral, se emplea mano de obra infantil, se utilizan productos contaminantes o tóxicos, se testa con animales, etc. Pues todo esto sí conforma el producto que compramos propiamente.
Lo que tengo completamente claro es que cuanto más sepamos, más podremos hacer de nuestra decisión de compra una elección coherente con nuestra posición ideológica-política, y más podremos dirigir nuestras acciones cotidianas y simples hacia la realización de la sociedad que buscamos. Y que no debemos renunciar al poder que tenemos como consumidores en ninguno de ambos casos expuestos. Somos nosotros los que subestimamos nuestra influencia para provocar cambios, no los productores. El boicot a un producto o a un servicio es uno de los mejores medios que podemos emplear para mostrar no sólo nuestro desacuerdo con sus acciones, sino también para dejar de ser cómplices sin quererlo.
Ya son bastante conocidas las historias de varias marcas de productos deportivos con centros de producción en Asia que explotan a niños, pero ¿cuántas historias más habrá ocultas que provocarían nuestro rechazo? ¿A quién se le ocurriría pensar, mientras toma su cubata con RON BACARDI en la barra de un bar, que podría estar financiando armas bacteriológicas contra Cuba, partidos políticos de la derecha estadounidense, o un golpe de estado?
Hoy me encontré en Internet con el siguiente artículo que enlazo, en la página Web de la ONG SODePaz, sobre el tema. Una llamada al boicot a la marca, apoyada en diferente documentación y de una amplitud que me ha sorprendido, pues hay incluso un libro escrito sobre esto (Ron Bacardi. La guerra oculta, por Carlo Ospina). Quizás ya tenías conocimiento y yo he llegado con retraso, pero para todos aquellos que no sabíamos de estas investigaciones, es una oportunidad más para elegir mejor.
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