Retorno a Columbia, después de un viaje por las ciudades de New York, Philadelphia y Washington D.C. que no llegó a encenderme, no en su sentido placentero. Un viaje con aquel dicho castellano pegado a la maleta: "Éramos pocos y parió la abuela". Problemas de salud dos días antes de comenzar; inundaciones y cancelación de vuelo; retrasos el segundo día; la tarjeta de crédito que se queda atascada en el cajero apenas llegar y toda una tarde llamando a un teléfono de atención al cliente que parecía estar más de vacaciones que yo; los hoteles... el peor albergue que he visitado en otros países era mejor (y que queden bien claros sus nombres: Marrakech Boutique Hotel New York, y Braxton Hotel in Washington D.C. -Quien avisa no es traidor-); lluvia y más lluvia.
De las tres ciudades hoy hablaré sobre aquella que me gustó: Philadelphia. Si tuviese que elegir una de ellas para vivir también sería esta. Como turista de un par de días resulta interesante conocer la parte más antigua de la historia de Estados Unidos, pues Philadelphia fue la capital hasta el año 1800. Y poniéndome en el papel de habitante, creo que tiene todo lo que se puede pedir a una gran ciudad (cultura, historia, infraestructuras, dinamismo) con lo agradable de un pueblo (calles a la medida de quien gusta pasear, tráfico moderado, limpieza, mercado local...). Y sin duda la ciudad se ha esmerado en su presentación, haciendo recorridos accesibles a pie, bien señalizados, visitas gratuitas y, en general, con una estética muy europea, haciendo una llamada a sus orígenes británicos. De hecho, no resulta muy diferente de una ciudad del norte de Europa, a excepción del clima. Incluso la atmósfera humana que se advierte por el casco histórico es similar, así como las edificaciones, entre ellas el Museo de Arte, de arquitectura greco-romana y los templos de estilo griego -Waterworks- que servían de sistema de abastecimiento de agua tiempo atrás.
Pero siempre se manifiesta fuertemente su identidad estadounidense, albergando los símbolos más reconocidos de su nacimiento como nación: la Campana de la Libertad, el Salón de la Independencia (donde se firmó la Declaración de la Independencia de Thomas Jefferson y se escribió la Constitución de los Estados Unidos), el Franklin Court, la Casa de Betsy Ross (quien dicen ser la mujer que hizo la primera bandera), la Casa de La Moneda de los Estados Unidos, la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, etc. Y a la vez, museos de nueva creación profundizan en este aspecto, lo cual muestra una vez más algo que llevo viendo desde que vine a vivir a este país, y es ese afán por mostrarse públicamente como estadounidenses aun estando en su propio país (con banderas y pegatinas propagandistas en tiendas, calles, casas...), que aquí suelen llamar patriotismo. Si bien en este caso de forma elegante y cultural.
En cuanto a la parte artística de Philadelphia, el Museo de Arte me pareció excepcional de principio a fin, todo el continente armonizaba con el contenido como un marco adecuado resalta una pintura. Especialmente me gustó la colección de impresionismo francés y las salas dedicadas a arte estadounidense. Y en general puedo decir que es uno de los mejores museos de arte que he visitado (lo cual puedo decir también de aquellos que visité en New York y Washington D.C.), pues posee variedad de estilos artísticos, una cantidad apreciable de obras de cada uno de ellos, y entre ellas una selección de muy alto valor reconocido internacionalmente.
Y una pequeña joya inesperada que me encontré fue el Museo de Rodin, con la escultura de "El pensador" invitando a la entrada, y "Las puertas del Infierno" seduciendo a sus espaldas. Básicamente eran cuatro pequeñas salas, pero con una concentración de esculturas que desde el primer paso adentro captaban la completa atención del espectador de forma mágica.
También es fácil encontrar un lugar que se adapte a nuestros gustos gastronómicos, pues abundan los restaurantes tanto de comida local como internacional y de todos los precios. E incluso uno de mis sitios favoritos de Philadelphia fue su Mercado, donde más vibraba la ciudad, callejeando entre los puestos de carnes, quesos, pescado... Aproveché para comprar miel natural de alfalfa en un puesto de Amish y ese ha sido uno de los mejores "souvenirs" con los que me he venido. Deliciosa.
Para no hacer nada, las plazas con fuentes son ideales, pudiendo elegir entre un escenario urbano, como el famoso Love Park, con conexión gratuita a Internet, o ribereño, mirando a los barcos que navegan el río Delaware. Chinatown también es una opción interesante para captar un poco de la esencia de China sin tener que llegar tan lejos y el aporte de una de las comunidades inmigrantes más importantes.
En fin, que si estáis pensando en visitar Philadelphia, yo sí os la recomiendo. |